Los
atardeceres, lejos de los bombardeos, se tiñen de tonos dorados.
En primavera
vuelven las aves migratorias y los niños juegan a la rayuela y a las
piedrecillas.
La familia se reúne en la era a la espera de la vuelta
de los hombres labriegos.
Las campanas
de la iglesia suenan a muerto. El capellán es un cura rojo que esconde
republicanos.
El pueblo está
dividido: los de la playa de amplios horizontes y los del interior de mirada enjuta y
resentida.
La vida
transcurre plácida.
Las
impresiones llegan desde el exterior como el perfume de las manzanas a veces
ácido y otras más dulce.
Las salidas a
la playa o las excursiones al campo con los hermanos y los primos se suceden en
verano.
-Un día buscaremos una casa en las
afueras para establecer el estío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario