martes, septiembre 18, 2012


Los atardeceres, lejos de los bombardeos, se tiñen de tonos dorados.
En primavera vuelven las aves migratorias y los niños juegan a la rayuela y a las piedrecillas.
La familia se reúne en la era a la espera de la vuelta de los hombres labriegos.
Las campanas de la iglesia suenan a muerto. El capellán es un cura rojo que esconde republicanos.

El pueblo está dividido: los de la playa de amplios horizontes y los del interior de mirada enjuta y resentida.
La vida transcurre plácida.
Las impresiones llegan desde el exterior como el perfume de las manzanas a veces ácido y otras más dulce.
Las salidas a la playa o las excursiones al campo con los hermanos y los primos se suceden en verano.

-Un día buscaremos una casa en las afueras para establecer el estío.



No hay comentarios: