A los
9 años Clara pasa una larga temporada con la familia
en la gran casa del pueblo.
Su
interés principal consiste en adiestrar un par de palomos; macho y hembra. El
macho claudica, pero la hembra huye constantemente del sometimiento.
Clara
está convencida de que la paloma nunca empollará.
La
paloma construye un nido en el campanario de la Iglesia desde donde se domina
el pueblo.
Clara
no sabe que los jóvenes palomos que rondan la finca fueron sus poyouelos.
El
palomo subyugado por las caricias magnéticas de Clara, se duerme plácidamente
en su regazo.
El pueblo en los tiempos de paz huele a
estiércol y miel; en los tiempos de guerra a pólvora, miedo, desconfianza y muerte.
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